Hace ya algunos años pasaba frente al flamante recinto de la Escuela Industrial de Barcelona, hoy sede de escuelas y oficinas de la administración pública, y vi a un hombre refugiado bajo un portón de un edificio ubicado justo delante del recinto, del otro lado de la calle. Era enormemente gordo y estaba comiendo algo como una sopa, junto a todos sus objetos personales. Con mirada perdida y trago veloz, ese hombre me estremeció, se quedó clavado en mi memoria. Una vez escuché a una socióloga especialista en personas sin hogar decir que gran parte de la gente que vive en la calle (al menos antes del 2008) no logró reciclarse en la etapa post-industrial. Eran trabajadores de una industria ya inexistente.