Hace algún tiempo me llamaron de un municipio de la provincia de Barcelona para hacer un estudio sobre la inmigración china. Desde hacía unos pocos años, jóvenes chinos/as habían ido abriendo negocios en las calles más comerciales de la ciudad, después de una crisis que afectó fuertemente al comercio local, y que había provocado el cierre progresivo de los establecimientos. El gobierno municipal, sensible al discurso racista que se estaba generando por este motivo entre una parte de la población local (secundada por algún político xenófobo), decidió estudiar con más detalle al colectivo asiático ubicado en el territorio.

Para mí, asomarme al mundo de la inmigración china fue un gran regalo, más cuando era consciente de los discursos racistas cada vez más habituales hacia este colectivo. Por otra parte, mi desconocimiento hacia este grupo era total. No haré un resumen del estudio, que alcanzó finalmente más de 400 páginas. En este post solo intentaré desmentir algunos de estos rumores sin fundamento, comenzando por explicitarlos:

“Los chinos que vienen aquí son víctimas de mafias que provienen de sus países. Por ello pueden asumir inversiones mayores que los españoles.»

Nada más lejos de la realidad. La comunidad china funciona a través de un sistema de ayuda mutua muy potente, de familiares y amigos. El préstamo se basa en dos pilares claves: el prestigio social que se gana al prestar dinero para que otra persona monte un negocio (todo el mundo presta y todo el mundo lo cuenta) y los fuertes vínculos de confianza. Podría representar este vínculo singular solo con la frase de una de las entrevistadas en el estudio: “A mi marido le resultó muy fácil obtener el dinero porque su exjefe tiene una familia de más de 40 personas”. Es decir, el exfeje pide a sus 40 familiares que le presten a una persona a la cual ellos no conocen. Los parientes, por su parte, prestan a una persona desconocida porque se los pide un familiar de confianza. No pagar una deuda se considera, por otra parte, un gran deshonor.

“Las mujeres en la cultura china están muy sometidas, nosotros/as somos diferentes.”

Falso. Me sorprendió la frescura con la que las mujeres se mueven en el lugar de llegada. Ellas suelen aprender antes que sus parejas el idioma del país de acogida y, seguramente por esta razón, acaban llevando las cuentas y gestión del negocio. En la mitad de los casos estudiados, los negocios están a nombre de mujeres. Si llevan un bar, éstas se sitúan con mayor frecuencia de cara al público y los hombres ocupan las cocinas. Si tienen que tomar una decisión familiar, ellas suelen tener el mismo voto que ellos: o se ponen de acuerdo, o no hay trato. En el cuidado de los hijos, no he visto diferencias relevantes con respecto a la cultura catalana. Ellas se encargan más de la crianza, ellos hacen más horas en el negocio.

“Los inmigrantes chinos no hablan español porque ya contaban con muy poco nivel de formación de sus países de origen, no tienen el hábito de estudio.”

Falso. Comparando con el nivel de formación máximo adquirido por los y las comerciantes del mismo municipio (que comparamos a través de más de 200 encuestas a los establecimientos locales y entrevistas cualitativas), las personas chinas encuestadas poseen un nivel bastante más alto que los encuestados autóctonos. La mayoría de los y las chinas cuenta con la secundaria terminada. Y no sólo eso, sino que le dan especial importancia a la educación de sus hijos. Las personas chinas del estudio que tenían hijos jóvenes mayores de edad (y hablo de hijos de personas que en muchos casos regentan bazares), mandaban a éstos a la universidad, especialmente a carreras científicas. Aunque en este caso no se puede generalizar, ya que se trata más bien de una población joven con hijos pequeños.

“Los chinos son muy cerrados, no tienen interés en relacionarse con otras culturas. Solo se relacionan entre ellos.”

Falso. Si bien es verdad que les cuesta aprender un idioma tan diferente a su lengua materna, también es cierto que son personas más bien abiertas y tienden enseguida a explicar su vida y milagros. De hecho, el colectivo que estudiamos había hecho su primera parada española en Badalona, ciudad limítrofe de Barcelona que cuenta con una comunidad china muy relevante en términos cuantitativos. Los argumentos para moverse de allí son básicamente dos: las ganas de vivir en un entorno diferente al chino (“Ese barrio de Badalona es como seguir viviendo en China”), una vez han entendido las reglas de funcionamiento del país de acogida, y las ganas de encontrar entornos menos racistas (están acostumbrados a agresiones xenófobas por parte del colectivo gitano) donde “no los molesten”.

Por otra parte, la comunidad china afianza lazos independientemente del lugar donde vive, lo que indica bastante movilidad por un lado y frecuente falta de relación entre personas chinas en el mismo municipio. En efecto, no se ubican en un sitio porque haya otras familias chinas sin más, a menos que ya haya una relación previa entre ellas. Eligen el lugar donde viven por motivos muy diversos: interés del local en alquiler, barrio tranquilo, atractividad o centralidad de la calle comercial, etc.

“Los chinos compran en lugares especiales (mayoristas chinos) que son más baratos y solo ellos pueden comprar allí.”

Falso. Los chinos compran al por mayor en los mismos lugares que el resto de los comerciantes. En algunos casos se juntan entre ellos para obtener precios más baratos, es la única diferencia.

Lo que sí me impresionó es el miedo que sienten algunas personas de esta comunidad por cuestiones racistas. A casi todos han entrado a robarles en sus establecimientos, en esta ciudad mediana de la provincia de Barcelona. Con frecuencia se trata de gente muy joven que lo hace en grupos y sin ningún ánimo de esconderse. Parece que resulta gracioso robar a un chino. Cuando esto pasa, se sienten más bien olvidados (y en muchos casos, asustados). La policía no acaba de entender su relato ni parece tener mayor interés. A veces los afectados prefieren no hacer el esfuerzo de contactar con los guardias. ¿Para qué? La traductora que me acompañó en este periplo trabaja habitualmente para los juzgados y me cuenta que, efectivamente, en los juicios tampoco hay tiempo que perder cuando se trata de dar voz a la comunidad china… Creo que esta es una radiografía un poco más realista de lo que supone ser chino/a y tener un comercio en Barcelona.